¡Apúrate!



“El estrés es un estado de ignorancia. Parte del supuesto de que todo es una emergencia” Natalie Goldberg

Vivimos como si nos fuéramos a autodestruir en un corto plazo, como si supiéramos a ciencia cierta cuándo nos toca abandonar el mundo, y más aún, nos ponemos unas metas en unos plazos imaginarios que suelen ser demasiado apremiantes y nos angustian, nos trastornan y nos llegan a desesperar. Además, se añaden las preocupaciones propias de la cotidianidad y las pesadas cargas que a veces sobrellevamos.

Ante esto el ser humano lucha por mantenerse en la carrera y seguir adelante, haciendo malabarismos para poder cumplir con todo. Y pasa el tiempo… y llega el estrés… Hoy en día esta palabra usada y abusada está en boca de todos, pues los especialistas dicen que los niños, adultos, ancianos y hasta los animales se estresan.

El mecanismo del estrés es muy simple: existe un primer momento de resistencia, en el que el cuerpo y la mente se sostienen mutuamente para, literalmente, aguantar la presión. La persona piensa que puede con eso y más, tratando de soportar todos los compromisos hasta que se agota, y por lo general se enferma física y psicológicamente. No es de extrañar entonces que la frase “estoy estresado” nos acompañe. 

Sin embargo, debemos entender que esta condición también es fomentada por nosotros mismos, sin necesidad, cuando queremos dar prioridad a la obtención de lo material sobre lo espiritual y porque no sabemos diferenciar lo necesario de lo importante. Lo que necesitamos obviamente debemos obtenerlo por un fin de bienestar. Pero no siempre es lo más importante. A veces creemos necesitar más de lo que en verdad requerimos para estar bien.

A la larga, no es tan importante lograr algo en más o en menos tiempo; simplemente se trata de darnos la oportunidad de llevar nuestro ritmo y no el que los demás nos quieran imponer.
No todo es urgente, así que el no estresarnos puede llegar a ser una decisión, y sobre todo, un estilo de vida.


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