Cambio de planes
¿Qué hacer cuando, repentinamente y sin un mínimo aviso, nos sentimos vacíos, dudando de si somos fieles a las metas que nos trazamos o nos perdimos en el camino?
Tal vez hemos deseado tantas cosas y al lograr algunas de ellas percibimos que no son la respuesta que andábamos buscando.
Al final, al hombre le mueve en gran modo la búsqueda del poder y control. Si no se tienen, le persigue una sensación de fracaso que espera en la sombra para atacar en cualquier momento en que la autoestima se encuentre debilitada, porque nuestra sociedad nos ha vendido los extraños pero comerciales productos de la gloria, la fama y el dinero como única expresión posible del éxito. Y eso pesa, sobre todo cuando alguien tiene como norte permanecer auténtico y leal a sus creencias. Pesa porque nos hemos acostumbrado, por generaciones, a un entorno donde quienes logran más rápido el poder, sea económico o gerencial, no son siempre los que tienen más méritos o valores, sino por el contrario, la escalada hacia la cima se le hace fácil a quien está dispuesto a lograrla por encima de sus semejantes y de cualquier escrúpulo.
Lo cierto es que a toda persona le pasa, o probablemente le pasará que se encontrará en un momento con su propio rostro y en silencio se reclamará dónde fueron a parar sus deseos y metas.
No sé dónde escuché: “qué bellos sueños tenía en el pasado, no todos se cumplieron pero qué bueno que los tuve”.
La verdad es que no somos imprescindibles y aunque es una frase hecha y mil veces repetida, parece que nos negamos a creerla. Pero cuando verdaderamente entendemos que esto es así, que todos pasamos, que todos somos importantes pero también etéreos… cuando comprendemos, nos liberamos de la presión social, del querer responder a las órdenes crueles de un sistema que nos crea necesidades que no teníamos. Y en ese momento fluyen nuestros verdaderos deseos, convertidos en un proyecto de vida realmente fiel a nosotros mismos.
No se trata de abandonar con sumisión las metas que inicialmente trazamos. Ese esquema nos orienta, nos motiva a seguir adelante. Sin embargo, la vida puede en muchos casos cambiarnos los planes y hay que estar preparados para ello. De hecho una de las ventajas de ir madurando es el darse cuenta que no es tan importante lograr absolutamente todo lo que nos habíamos propuesto, sino disfrutar lo que se obtuvo y ser un poco condescendientes con nosotros mismos si algo no se pudo tener.
De todos modos, mientras sigamos vivos continuaremos teniendo la oportunidad de retomar alguna meta olvidada o plantearnos otras, y mejor si lo hacemos sin preocuparnos inútilmente por el tiempo perdido.
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